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Botellón y jóvenes: analizar mejor que generalizar.


La Mercè, la fiesta patronal de Barcelona cumple este año ciento cincuenta celebraciones y orgullo para los barceloneses, pero la violencia se ha reencarnado de nuevo en esos jóvenes que viven en un enfrentamiento constante.



Los jóvenes no disfrutamos con la violencia, es más, la gran mayoría creemos en el pacifismo. Esta misma mayoría somos los que también sabemos y transmitiremos que el disfrute no es un sinónimo de vandalismo, estoy seguro que algún día podremos imponer el apaciguamiento.


Es impactante como existen las dos vertientes, en el mismo día han habido jóvenes luchando contra la crisis climática y otros quemando esos árboles que nos ayudan a combatirla, creando humaredas que no favorecen al planeta y dejando una manta de plástico difícil de recoger. La diferencia es clara, por desgracia aún podemos hablar de situaciones diferentes.


El vandalismo y el egoísmo se desencadena por la falta de educación, con un poco de ella se adquiere la decencia necesaria para cuidar lo que todos usamos y necesitamos. Lo que más ruido haga es siempre lo más visible, parece ley de vida pero es simplemente ley mediática. Este ruido es un fenómeno difícil de comprender, ¿es quizás por los efectos emocionales que ha causado la pandemia que la rebeldía está más presente?, ¿o simplemente es el desconcierto de un futuro? Este fenómeno debería analizarse para poder afrontarlo.


Hagamos ruido, que el punto de vista de los jóvenes sea que no necesitamos violencia y se escuche más. Hay que dejar atrás los comportamientos que nos llevan al fracaso y exigir que actuemos todos a la vez para, en totalidad, representar dignamente la juventud de un país. Dice mucho de nosotros lo que hagamos por avanzar.



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