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LA VIDA SE VOLVIÓ GITANA

Hablé de orgullo en el mismo tiempo en que lo sentí cerca, revirando y perdonando.

La vida se acumula. Y que se lo digan a los días, que llevaban años arrastrándose mientras la espera se convertía en distancia. Por lo que pude aprender de Él, la fuerza y la verdad están siempre en el motivo de cualquier espacio tiempo. No perder el sentido. O más bien, no alejarlo.

Mi corazón ya no es el mismo desde que te abriste paso en él. Mi alma está contigo, que grande ser de ti.

La plaza enmudeció. Se recogió hasta el mismísimo tiempo en un imponente andar. El cíngulo habló por todos y nuestra cruz te la llevaste al cielo.


Mis lágrimas te encontraron tras duros tiempos de búsqueda. Ahí fue, en el lugar donde las cosas del corazón se hacen despacio y al alba de la mañana los últimos faroles se atreven a mostrarte al mundo.


La vida se volvió gitana, como ya venía haciéndolo la noche desde la llegada de los versos de un poeta. El bronce olía a canela y a clavo. Y una voz hizo eco. El homenaje a las voces quebradas por una túnica al compás de palilleras gitanas vive, aun, en una ciudad que no deja morir a nadie porque nunca olvida.


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